miércoles, 26 de noviembre de 2008
La insatisfacción eterna
Cuando era chico soñaba con tener una bicicleta. En mi mente experimentaba las sensaciones que percibiría cuando la poseyera, recreando un sin fin de situaciones en la que nos encontrábamos tres actores, dos de los cuales eran fácil para mi verlos más no el tercero. Los primeros dos claramente eran mi bicicleta y yo, el tercero, era invisible pero le daba algo de especial a la situación. Éste unía y daba sentido a los dos, sin el cual nada me hubiese impulsado a pedir una bicicleta, era ni más ni menos que la felicidad. Fuera ella de la ecuación nada me hubiese impulsado en ese camino.
Seguido al sueño venía la forma o el camino para hacerlo realidad, dada mi edad no hice otra cosa que pedirla a mis padres, ardua tarea en la que todos nos hemos visto inmersos, utilizando las más variadas estrategias para conseguir "eso" sin lo cual mi infelicidad hubiese sido infinita.
Luego de meses de insistencia, de recorrer bicicleterías, averiguar sobre marcas, etcéteras, llegó el momento tan ansiado, la bicicleta era mía y me sentía el niño más feliz. Pasadas las primeras semanas de fascinación mi atención hacia ella fue disminuyendo, ya no era tan especial, ya no me sentía tan especial junto a ella, pasaba a ser uno más de esos objetos/juguetes y mi vida volvía a la normalidad de la insatisfacción que caracteriza a todo niño pequeño, muy pequeño burgués como yo lo fui.
Como era previsible yo quería vivir por siempre bajo ese estado del alma que me provocaba el tener ese objeto/juguete de forma tal, en cuanto desapareció de mí todo efecto "bicicleta" no hice mas que cualquier otro simple mortal y me embarqué en la tarea de volver a obtener ese objeto a través del cual satisfacer mi deseo y ser un niño feliz. Así pasaron pelotas, patinetas, soldaditos, etc, etc. Y mis estados pasaron de la felicidad a la infelicidad en un continuo, del deseo de todo aquello que no poseía pero con una particularidad, todos ellos eran materiales, así la sociedad me iba preparando.
La felicidad era el objetivo último, el fin, el medio para obtenerlo eran/son los objetos. La felicidad es el arma de seducción, la sociedad se encarga de unirnos con banalidades, nos ahorra el camino en la búsqueda de la felicidad, nos vende estereotipos de felicidades que nosotros aceptamos cual cita a ciegas conociendo las consecuencias. Pero como somos seres humanos asumimos el riesgo (aunque lo ignoremos su totalidad).
Decidimos o copiamos mejor dicho el estererotipo de hombre feliz, iniciando así el camino para obtener esa casa con yacuzzi, o ese auto super moderno, o esa tv 42", si ellos se ven tan felices yo cuando lo posea me sentiré igual piensa el "hombre masa". El problema recide en que para conseguir estos "juguetes" lo que tenemos que entregar a cambio es nuestro tiempo/vida generando así una restricción. ¿ Y qué pasa cuando efectivamente obtenemos eso? corremos el riesgo de perseguir la felicidad ajena, además de ser una banalidad es ajena, de forma que una vez obtenida podríamos sentir esa misma sensación que niños, nos aburriremos de nuestra tele, yacuzzi, auto y volveremos a ser infelices, nuevamente miraremos a nuestro vecino para ver que tiene, que nosotros no. Con la diferencia que para conseguir éso que tanto deseábamos ahora invertimos quizá la mitad de nuestra vida y cuando llegamos a la cima de la montaña nos damos cuenta que no era para tanto, la satisfacción nos es tal, hasta se podría decir que la montaña no era nuestro objetivo.
Que difícil pensar por nosotros mismos. Cuanto sacrificio nos ahorraríamos, cuan mejor empleado el tiempo tendríamos. La sociedad nos mutila en varios sentidos, pero en dos fundamentales, por un lado nos dice que es lo que nos da felicidad y por otro como debemos conseguirla. Nuestra discrecionalidad para manejar lo que llamamos libertad juega en relación inversa a lo que creemos ser libres. En la medida en que sea "nuestro pensamiento" en lugar de "mí pensamiento" estamos condenados a la infelicidad, si cada uno es tan diferente de otro, que posibilidad hay que, "nuestro sueño" (la felicidad social), sea el mismo que "mí sueño" (lo que realmente me hará feliz), que posibilidad hay que la felicidad de Juan Perez manejando el auto nuevo en esa propaganda sea la misma que experimentaré yo, porqué debo empeñar 5 o 10 años de mi vida en conseguir ese auto, porqué tengo que casarme y hacer una fiesta de miles de pesos, porque tengo que plantar un árbol escribir un libro y tener un hijo, porqué, porqué, porqué.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Mermelada, quizás, sólo quizás deba hacer toda esa lista de cosas y tener toda aquella otra lista de posesiones porque ud así lo dispuso.
Yo no soy partidaria de la ausencia de deseo al estilo Buda, muy al contrario celebro mis deseos, sin que esto implique una lucha sin tregua por conseguir la próxima "bicicleta". El justo medio siempre es difícil de establecer y creo que depende de cada uno de nosotros colocarlo ahí (si justito ahí) donde nos haga más felices.
Saludos desde mi bicicleta roja.
Piscuiza, claro pero lo que me preocupa es perseguir una "deseo social" y en el momento de conseguirlo advertir que no era lo que buscaba sino, lo que la sociedad manda. Saludos
Es jodido eso de ir tras sueños que no son propios, y hace falta mucho ensimismamiento para saber distinguirlos. Supongo que nadie está libre de haberse visto con un globo rojo en la mano cuando en realidad quería el verde. Pero es un gran paso que al menos sepamos que es más lindo y gratificante seguir nuestros propios deseos y visiones y no las de los demás.
Saludos
Mónica, claro sería más lindo, pero siento fuertemente miradas inquisidoras cada vez que uno intenta perseguir sus propios deseos. Saludos
Mermelada, la gente va a mirar ya sea de manera complaciente o inquisidora. Cuestión de aprender a que la mirada ajena es eso: AJENA. Es mucho peor cuando la inquisición la hace la mirada interna. Interesante punto
Saludos
Publicar un comentario