"...La forma más noble de esa otra forma de "serenidad griega", la alejandrina, es la del hombre teórico: ella brinda los mismos signos del espíritu de lo no dionisíaco; a saber, el combate contra la sabiduría y el arte dionisíacos, su aspiración a disolver el mito, su sustitución del consuelo metafísico por una armonía terrenal, incluso por un deus ex machina que no es sino el dios de las máquinas y los crisoles, en otras palabras, las fuerzas de las energías naturales descubiertas y aplicadas al servicio del egoísmo más desenfrenado... fuerzas que llegan al extremo de creer, gracias a una vida conducida por la ciencia, que no sólo son capaces de corregir el mundo por medio del saber, sino también de confinar al hombre individual dentro del más asfixiante círculo de problemas solubles, un círculo desde el cual este hombre pueda decir a la vida: Te quiero, vale la pena conocerte.
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Es un fenómeno eterno: la voluntad, insaciable, siempre encuentra un medio para retener a sus criaturas en la vida y obligarlas a seguir viviendo extendiendo una ilusión sobre las cosas. Las cadenas de éste son el placer socrático del conocimiento y la ilusión de poder curar, gracias al mismo, esa herida eterna que es la existencia; aquél se ha enredado en el seductor velo de la belleza del arte que flota ante sus ojos; ese otro, a su vez ha caído atrapado por ese consuelo metafísico que asegura que bajo el torbellino de las apariencias la vida sigue su marcha indestructible... por no hablar de las ilusiones más comunes y todavía más poderosas que la voluntad tiene preparadas en todo momento."
El nacimiento de la tragedia, o helenismo y pesimismo. F.N
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