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El diletante

Hexagrama 4, te busco.

Ecce Homo

-Quinto "D"
-Quinto "D" de Dedo?
- No, quinto "D" de Dios.

Haciéndonos los Boludos, como perro al que se están cogiendo.

Si ya has dado a alguien, dame también a mí; si no, empieza conmigo. D.e.S

martes, 6 de diciembre de 2011

domingo, 27 de noviembre de 2011

Revolución crónica

Por más rara que se la imagen, nunca será tan rara como la realidad original.

Admitamos todo como cierto. Pero, ni bien se reflexiona todo parece extraño. Y cuanto más se reflexiona, más extraño se torna.

Decir muchas cosas con las mismas palabras, vivir en diferentes mundos al mismo tiempo

Ni angel ni diablo, un hombre es un ser sobre una tensa cuerda, que camina delicadamente en equilibrio, en un extremo el espíritu, la consciencia, el alma, en el otro, cuerpo, instinto y todo lo inconsciente, todo lo bajo, todo lo misterioso. En equilibrio, sí. Lo que es muy difícil.

El hombre que acaba de pasar la puerta en la pared nunca será el mismo que allí había entrado. Será más sabio, pero seguro menos pretencioso; más feliz pero menos satisfecho de sí mismo; más humilde reconociendo su ignorancia pero, comprenderá mejor la relación palabra-cosas entre el razonamiento sistemático y el misterio insondable que intenta, siempre y en vano comprender.



viernes, 18 de noviembre de 2011

retorno Eterno, Sincronismo, Cuentos, Pinturas. Googleo

1. Llamada misteriosa, tomo el tubo del teléfono y solamente siento una presencia que oye del otro lado.
Rápidamente evalúo las posibilidades en cuanto a quién podría ser la persona del otro lado de la línea. Se me ocurre Cialu, ella es así de misteriosa, o al menos, le gusta ese juego.

2. La duda me entra y me come el cerebro, escribo un msj y se lo envío, obviamente ella no se hace cargo. Intercambiamos msjs y me dice que lea un cuento.

3. "Una flor amarilla" El problema es que no logro quitarme a la Princesa Guaraní de mi cueva, es un eco sin fin.
No se qué hacer y decido leer el cuento.

4. Leo las primeras líneas, no tengo ganas de seguir, la mente fija su atención.


Parece una broma, pero somos inmortales. Lo sé por la negativa, lo sé porque conozco al único mortal. Me contó su historia en un bistró de la rue Cambronne, tan borracho que no le costaba nada decir la verdad aunque el patrón y los viejos clientes del mostrador se rieran hasta que el vino se les salía por los ojos. A mí debió verme algún interés pintado en la cara, porque se me apiló firme y acabamos dándonos el lujo de la mesa en un rincón donde se podía beber y hablar en paz. Me contó que era jubilado de la municipalidad y que su mujer se había vuelto con sus padres por una temporada, un modo como otro cualquiera de admitir que lo había abandonado. Era un tipo nada viejo y nada ignorante, de cara reseca y ojos tuberculosos.


5. "Ojos tuberculosos", últimamente mis ojos están inyectados en sangre, mi parte hipocondríaca se suma a la escena. Busco imágenes de ojos tuberculosos.

6. No veo nada que se relacione con lo que busco, hasta esa pintura que logró concentrar mi atención.

7. Busco Nerdrum en la Uiki, comienza a desarrollarse esa sensación, hay algo que quiere hablarme, tengo una intuición.

8. Leo en inglés Antroposofía, la ansiedad ya domina mi cuerpo, no logro pensar en nada más que en lo que estoy haciendo, por primera vez en días o semanas.

9. Conozco a Steiner y ya nunca lo voy a olvidar.

10. Termino de leer su "biografía", y termino con el cuento.


Realmente bebía para olvidar, y lo proclamaba a partir del quinto vaso de tinto. No le sentí ese olor que es la firma de París pero que al parecer sólo olemos los extranjeros. Y tenía las uñas cuidadas, y nada de caspa.
Contó que en un autobús de la línea 95 había visto a un chico de unos trece años, y que al rato de mirarlo descubrió que el chico se parecía mucho a él, por lo menos se parecía al recuerdo que guardaba de sí mismo a esa edad. Poco a poco fue admitiendo que se le parecía en todo, la cara y las manos, el mechón cayéndole en la frente, los ojos muy separados, y más aun en la timidez, la forma en que se refugiaba en una revista de historietas, el gesto de echarse el pelo hacia atrás, la torpeza irremediable de los movimientos. Se le parecía de tal manera que casi le dio risa, pero cuando el chico bajó en la rue de Rennes, él bajó también y dejó plantado a un amigo que lo esperaba en Montparnasse. Buscó un pretexto para hablar con el chico, le preguntó por una calle y oyó ya sin sorpresa una voz que era su voz de la infancia. El chico iba hacia esa calle, caminaron tímidamente juntos unas cuadras. A esa altura una especie de revelación cayó sobre él. Nada estaba explicado pero era algo que podía prescindir de explicación, que se volvía borroso o estúpido cuando se pretendía—como ahora—explicarlo.
Resumiendo, se las arregló para conocer la casa del chico, y con el prestigio que le daba un pasado de instructor de boy scouts se abrió paso hasta esa fortaleza de fortalezas, un hogar francés. Encontró una miseria decorosa y una madre avejentada, un tío jubilado, dos gatos. Después no le costó demasiado que un hermano suyo le confiara a su hijo que andaba por los catorce años, y los dos chicos se hicieron amigos. Empezó a ir todas las semanas a casa de Luc; la madre lo recibía con café recocido, hablaban de la guerra, de la ocupación, también de Luc. Lo que había empezado como una revelación se organizaba geométricamente, iba tomando ese perfil demostrativo que a la gente le gusta llamar fatalidad. Incluso era posible formularlo con las palabras de todos los días: Luc era otra vez él, no había mortalidad, éramos todos inmortales...



"El pensamiento es un órgano de percepción al igual que el ojo o el oído. Del mismo modo que el ojo percibe colores y el oído sonidos, así el pensamiento percibe ideas» Goethe


Las ideas de Nietzsche del eterno retorno y del Übermensch, permanecieron mucho tiempo en mi mente, pues en ellas estaba reflejado lo que una personalidad debe sentir respecto a la evolución y al ser esencial de la humanidad, cuando a esta personalidad le es impedido captar el mundo espiritual, debido al pensamiento restringido de la filosofía de la naturaleza que caracterizó el final del siglo diecinueve. Lo que me atrajo concretamente fue que uno podía leer a Nietzsche sin encontrar nada que intente volver al lector «dependiente» de Nietzsche.
Rudolf Steiner


Ser libre es ser capaz de pensar los propios pensamientos: no los pensamientos meramente corporales o de la sociedad, sino pensamientos generados por nuestro ser más interno y profundo, más original, más esencial y espiritual, nuestra individualidad.
Rudolf Steiner

martes, 15 de noviembre de 2011

Lamentablemente, no me era posible vislumbrar siquiera sus límites a la escasísima luz que me daba mi encendedor


XXXV
A medida que fui internándome, aquel pasadizo se iba convirtiendo en una galería semejante a la de una mina carbonífera .Empecé a sentir un frío húmedo y entonces advertí que hacía rato estaba caminado sobre un suelo mojado, a causa, seguramente, de los hilillos de agua que silenciosamente descendían por los muros cada vez más irregulares y agrietados; pues ya no eran las paredes de cemento de un pasadizo construido por ingenieros sino, al parecer, los muros de una galería excavada en la tierra misma, por debajo de la ciudad de Buenos Aires. El aire se volvía más y más enrarecido, o acaso era una impresión subjetiva debida a la oscuridad y al encierro de aquel túnel, que parecía ser interminable .Noté, asimismo, que el piso no era ya horizontal sino que iba paulatinamente descendiendo, aunque sin ninguna regularidad, como si la galería hubiese sido excavada siguiendo las facilidades del terreno. En otras palabras, ya no era algo planeado y construido por ingenieros con la ayuda de máquinas adecuadas; más bien se tenía la impresión de estar en una sórdida galería subterránea cavada por hombres o animales prehistóricos, aprovechando o quizá ensanchando grietas naturales y cauces de arroyos subterráneos. Y así lo confirmaba el agua cada vez más abundante y molesta. Por momentos se chapoteaba en el barro, hasta que se salía a partes más duras y rocosas. Por los muros el agua se filtraba con mayor intensidad. La galería se agrandaba, hasta que de pronto observé que desembocaba en una cavidad que debía ser inmensa, porque mis pasos resonaban como si yo estuviera bajo una bóveda gigantesca. Lamentablemente, no me era posible vislumbrar siquiera sus límites a la escasísima luz que me daba mi encendedor. También noté una bruma formada no por vapor de agua sino tal vez, como me lo parecía revelar un intenso olor, producido por la combustión espontánea y lenta de alguna leña o madera podrida.Yo me había detenido, creo que intimidado por la indistinta y monstruosa gruta o bóveda. Bajo mis pies sentía el piso cubierto de agua, pero esa agua no estaba estancada sino que corría en una dirección que yo imaginé conduciría a alguno de esos lagos subterráneos que exploraran los espeléologos. La soledad absoluta, la imposibilidad de distinguir los límites de la caverna en que me hallaba y la extensión de aquellas aguas que se me ocurría inmensa, el vapor o humo que me mareaba, todo aquello aumentaba mi ansiedad hasta un límite intolerable. Me creí solo en el mundo y atravesó mi espíritu, como un relámpago, la idea de que había descendido hasta sus orígenes. Me sentí grandioso e insignificante.Temí que aquellos vapores terminaran por emborracharme y hacerme caer en el agua, muriendo ahogado en momentos en que estaba a punto de descubrir el misterio central de la existencia. A partir de ese instante ya no sé discernir entre lo que sucedió y lo que soñé o me hicieron soñar, hasta el punto que de nada estoy ya seguro; ni siquiera de lo que creo que pasó en los años y hasta en los días precedentes. Y hasta dudaría hoy del episodio Iglesias si no me constase que perdió la vista en un accidente al que yo asistí. Pero todo lo demás, desde ese accidente, lo recuerdo con lucidez febril, como si se tratara de una larga y horrenda pesadilla: la pensión de la calle Paso, la señora Etchepareborda, el hombre de la CADE, el emisario parecido a Pierre Fresnay, la entrada en la casa de Belgrano, la Ciega, el encierro a la espera del veredicto. Mi cabeza comenzaba a enturbiarse y ante la certeza de que tarde o temprano caería sin conocimiento tuve sin embargo el tino de retroceder hacia un lugar en que el nivel del agua era menos alto, y allí, ya sin fuerzas, me derrumbé. Sentí entonces, supongo que en sueños, el rumor del arroyo Las Mojarras al golpear sobre las toscas, en la desembocadura del río Arrecifes, en la estancia de Capitán Olmos. Yo estaba de espaldas sobre el pasto, en un atardecer de verano, mientras oía a lo lejos, como si estuviera a una distancia remotísíma, la voz de mi madre que, como ésa era su costumbre, canturreaba algo mientras se bañaba en el arroyo. Ese canto que ahora oía parecía ser alegre, al comienzo, pero luego se fue haciendo para mí cada vez más angustioso: deseaba entenderlo y a pesar de mis esfuerzos no lo lograba, y así mi angustia se hacía más insufrible por la idea de que las palabras eran decisivas: cosa de vida o muerte. Me desperté gritando: "¡No puedo entender! ¡No puedo entender!". Como suele sucedernos al despertar de una pesadilla, intenté hacer conciencia del lugar en que estaba y de mi real situación. Muchas veces, ya de grande, me sucedió que creía despertar en el cuarto de mi infancia, allá en Capitán Olmos, y tardaba largos y espantosos minutos en ir reconstruyendo la realidad, el verdadero cuarto en que estaba, la verdadera época: a manotones de alguien que se ahoga, de alguien que teme ser arrastrado de nuevo por el rio violento y tenebroso del que a duras penas ha comenzado a salvarse agarrándose a los bordes de la realidad. Y en aquel instante, cuando la zozobra de aquel canto o gemido había llegado a su punto más angustioso, volvía a sentir esa extraña sensación e intenté asirme desesperadamente a los bordes de la verdadera circunstancia en que despertaba. Sólo que ahora la realidad era todavía peor, como si estuviera despertando a una pesadilla al revés. Y mis gritos, devueltos en apagados ecos en la gigantesca bóveda de la gruta, me llamaron a la verdad. En medio del silencio hueco y tenebroso (mi encendedor había desaparecido en el agua, al caerme) se repetían hasta apagarse en la lejanía y en la oscuridad las palabras de mi despertar. Cuando el último eco de mis gritos murió en el silencio, quedé anonadado por largo tiempo: recién entonces parecía tener plena conciencia de mi soledad y de las poderosas tinieblas que me rodeaban. Hasta ese momento, o, mejor dicho, hasta el momento que precedió al sueño de la infancia, yo había estado viviendo en el vértigo de mi investigación y sentía como si hubiera sido arrastrado en medio de una loca inconsciencia; y los temores y hasta el espanto sentidos hasta ese instante no habían sido capaces de dominarme; todo mi ser parecía lanzado en una demencial carrera hacia el abismo, que nada podía detener. Sólo en ese momento, sentado sobre el barro, en el centro de una cavidad subterránea cuyos límites ni siquiera podría sospechar, sumergido en la tiniebla, empecé a tener clara conciencia de mi absoluta y cruel soledad. Como si aquello perteneciera a una ilusión, recordaba ahora el tumulto de arriba, del otro mundo, el Buenos Aires caótico de frenéticos muñecos con cuerda: todo se me ocurría una infantil fantasmagoría, sin peso ni realidad. La realidad era esta otra. Y solo, en aquel vértice del universo, como ya expliqué, me sentía grandioso e insignificante. Ignoro el tiempo que transcurrió en aquella especie de estupor. Pero el silencio no era un silencio liso y abstracto, sino que poco a poco fue adquiriendo esa complejidad que adquiere cuando se lo vive un tiempo largo y anhelante. Y entonces se advierte que está poblado de pequeñas irregularidades, de sonidos al principio imperceptibles, de apagados rumores, de misteriosos crujidos. Y así como mirando pacientemente las manchas de una pared húmeda empiezan a vislumbrarse los contornos de rostros, de animales, de monstruos mitológicos; así, en el gran silencio de aquella caverna, el oído atento iba descubriendo estructuras y dibujando figuras que adquirían poco a poco un sentido: el característico rumor de una cascada lejana; las apagadas voces de hombres cautelosos; el cuchicheo de seres acaso muy próximos; enigmáticos y entrecortados rezos; chillidos de aves nocturnas. Infinidad de rumores e indicios, en fin, que engendraban nuevos pavores o desatinadas esperanzas. Porque, así como en las manchas de humedad Leonardo no inventaba rostros y seres monstruosos sino que los descubría en esos laberínticos reductos, así tampoco debe creerse que mi imaginación ansiosa y mi pavor me hacían oír rumores significativos de apagadas voces, de ruegos, de aleteo o chillido de grandes pájaros. No, mi ansiedad, mi imaginación, mi largo y pavoroso aprendizaje sobre la Secta, el afinamiento de mis sentidos y mi inteligencia durante largos años de búsqueda, me permitían descubrir voces y estructuras malignas que para un hombre corriente habrían pasado inadvertidas. Ya en mi primera infancia tuve las primeras prefiguraciones de aquel mundo perverso en mis pesadillas y alucinaciones. Todo lo que luego hice o vi en mi vida estuvo de una manera o de otra vinculado a aquella trama secreta, y hechos que para la gente común no significaban nada, saltaban a mi vista con sus contornos exactos, del mismo modo que en esos dibujos infantiles donde debe encontrarse un dragón disimulado entre árboles y arroyuelos. Y así, mientras los otros muchachos pasaban de largo, aburridos, obligados por los profesores, por las páginas de Homero, yo, que había pinchado ojos de pájaros, sentí mi primer estremecimiento cuando aquel hombre describe, con aterradora fuerza y precisión casi mecánica, con perversidad de conocedor y vengativo sadismo, el momento en que Ulises y sus compañeros hienden y hacen hervir el gran ojo del Cíclope con un palo ardiente. ¿No era Homero ciego? Y otro día, abriendo al azar el gran volumen de mitología de mi madre leí: "Y yo, Tiresias, como castigo por haber visto y deseado a Atenas mientras se bañaba, fui enceguecido; pero apiadada la Diosa me concedió el don de comprender el lenguaje de los pájaros proféticos; y por eso te digo que tú, Edipo, aunque no lo sabes eres el hombre que mató a su padre y desposó a la madre, y por eso has de ser castigado". Y como nunca creí en la casualidad, ni aun de niño, aquel juego, aquello que creí hacer por juego, me pareció un presagio. Y ya nunca pude apartar de mi mente el fin de Edipo, pinchándose los ojos con un alfiler después de oír aquellas palabras de Tiresias y de asistir al ahorcamiento de su madre. Como tampoco ya pude apartar de mi espíritu la convicción, cada vez más fuerte y fundada, de que los ciegos manejaban el mundo: mediante las pesadillas y las alucinaciones, las pestes y las brujas, los adivinos y los pájaros, las serpientes, y en general, todos los monstruos de las tinieblas y de las cavernas. Así fui advirtiendo detrás de las apariencias el mundo abominable. Y así fui preparando mis sentidos, exacerbándolos por la pasión y la ansiedad, por la espera y el temor, para ver finalmente las grandes fuerzas de las tinieblas como los místicos alcanzan a ver al dios de la luz y de la bondad. Y yo, místico de la Basura y del Infierno, puedo y debo decir: ¡CREED EN MÍ!Así, pues, en aquella vasta caverna, entreveía por fin los suburbios del mundo prohibido, mundo al que, fuera de los ciegos, pocos mortales deben de haber tenido acceso, y cuyo descubrimiento se paga con terribles castigos y cuyo testimonio nunca hasta hoy ha llegado inequívocamente a manos de los hombres que allá arriba siguen viviendo su candoroso sueño; desdeñándolo o encogiéndose de hombros ante los signos que deberían despertarlos: algún sueño, alguna fugaz visión, el relato de algún niño o un loco. Y leyendo como simple pasatiempo los relatos truncados de algunos de los que acaso llegaron a penetrar en el mundo prohibido, escritores que terminaron también como locos o como suicidas (como Artaud, como Lautréamont, como Rimbaud) y que, por lo tanto, sólo merecieron la condescendiente mezcla de admiración y desdén que las personas grandes sienten por los niños.Sentía, pues, a seres invisibles que se movían en las tinieblas, manadas de grandes reptiles, serpientes amontonadas en el barro como gusanos en el cuerpo podrido de un gigantesco animal muerto; enormes murciélagos, especie de pterodáctilos, cuyas grandes alas ahora oía batir sordamente y que, en ocasiones, me rozaban con asquerosa levedad el cuerpo y hasta la cara; y hombres que habían dejado de ser propiamente humanos, ya sea por el contacto perpetuo con aquellos monstruos subterráneos, ya por la misma necesidad de moverse sobre terrenos pantanosos; de manera que más bien se arrastran en medio del barro y de la basura que en aquellos antros se acumulan. Detalles que aunque no pueda decir que los haya verificado con mis ojos (dada la oscuridad que domina) los he presentido por mil indicios que nunca nos dejan equivocar: un jadeo, una manera de gruñir, una forma de chapotear. Durante mucho tiempo permanecí quieto, presintiendo aquella existencia asquerosa y apagada. Cuando me incorporé, sentí como si las circunvoluciones de mi cerebro estuvieran rellenas de tierra y enredadas en telarañas. Durante un largo tiempo permanecí de pie, tambaleante, sin saber qué decisión tomar. Hasta que por fin comprendí que debía marchar hacia la región en que parecía advertir cierta tenue luminosidad. Entonces comprendí hasta qué punto las palabras luz y esperanza deben de estar vinculadas en la lengua del hombre primitivo. El suelo por el que realicé aquella marcha era irregular: por momentos el agua me llegaba hasta las rodillas y en otros apenas empapaba el suelo, que me parecía idéntico al fondo de las lagunas pampeanas de mi infancia: limoso y elástico. Cuando el nivel del agua aumentaba, torcía mi marcha hacia el lado en que disminuía, para volver a seguir la dirección que me conducía hacia aquella remota luminiscencia.



Siempre llego tarde.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Sigue andando como un buey




Sigue andando como un buey,  
sigue siendo vos tu ley.  
quien podrá decirte hoy  
que no alcanza lo que sos.  
Es tan difícil como volver.  
con un recuerdo ya está.  
y es que así puedes,  
solo así quieres.  
no mires atrás,  
no mires atrás más.  
Persiguiendo, hay un sitio para vos.  
vas a encontrar...  
sólo tienes que empezar 
con en el silencio que va detrás  
Como escuchando el mar...  
y es que así puedes,  
solo así quieres.  
no mires atrás,  
no mires atrás más.  
Sigue andando como un buey..  
sigue siendo vos tu ley...  
persiguiendo, vas a encontrar  
sigue andando como un buey...  
vas a encontrar, vas a encontrar  
vas a encontrar...

sábado, 5 de noviembre de 2011

Para que la vida sea el día y la luz, deberá pasar por la muerte, la oscuridad y la noche.


Cuando conocí el dolor...

Ya no hay anestesia, no hay veneno. Vuelvo a enfrentarte cara a cara, como aquel verano del 92 cuando te conocí. Precoz para el dolor, nunca más vi con alegría el reinado del Sol. Sí, aquel verano con el Sol amarillo anticipando el ocaso te crucé por primera vez. No sabía de que se trataba, pero todos mis instintos alertas, intuian tiempos tormentosos. Creo también, fué la segunda vez en sentirme completamente solo. Aunque esta vez ya fui fuerte como para recharzar las lágrimas, y otra cosa nueva, actuar "como si". Comencé a desenrrollar un hilo, que no acabo, pero que tiene íntima relación con la palabra persona/máscara. Me aleje de mi primera persona, vuelto otro. Floté por primera vez. Anduve revoloteando por ahí, me ví desde encima de mi cabeza. Parecía soñado, pero al revés, cuando percibes que el fondo es real. Intenso como la muerte, podría llamarlo mi segundo nacimiento. El nacimiento no es feliz, el parto es doloroso, se atraviesa de una realidad a otra. Aprendí a hablar con algo dentro mío.

Y había más oscuridad en su alma que en aquella noche sin luna

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Rodeando la Reali¿a?

¿Qué sentido tiene este mar de dudas sin una isla a la que arribar?, ¿es que, debería haber sido pez y no mono?
Yo, el improductivo.


“Ante un hecho real, siéntate como un niño pequeño y disponte a abandonar cualquier idea preconcebida, sigue humildemente a la naturaleza dondequiera que te lleve, aun al abismo sea el que sea, o no aprenderás cosa alguna.”
T.H. Huxley



Huyes de algo incorpóreo, tu grito irrumpe como el trueno, tan poderoso como efímero, súbitamente vibra el último empuje de aire que atravisa tu garganta. Solo y sin defenzas
aspiras explotar en un terminal grito del alma que nace en tus entrañas pero se inmoviliza  en algun lugar muy cercano a tu garganta...
 ...energía que refluye en cada escondrijo de tu ser royendo tu alma
Hay muchas cadenas que cortar



De la misma forma en que supimos convivir con la idea de una tierra plana, mientras el Sol gira/ba alrededor nuestro(?), así mismo, convivimos con la idea abstraca de la rectitud en la vida. Asimilamos lo recto: al orden, lo bueno, ideal. Pero, si es posible ver por encima de nuestros pies(Cabeza, el mundo al vesre); presagiamos en todos esos conceptos, solo falsas apariencias. Así como descubrimos a la tierra curva girando en derredor del sol, por el mismo camino, si llegamos a ver por encima de nuestras cabezas, descubrimos el falso y forzado concepto de rectitud ante la vida humana, no existe la recta, a lo sumo un curva que podemos asimilar como tal. Un velo que a través de un tajo nos insinúa la brutal y absurda realidad, y otra y otra y otra...
La vida debe ser curva.


"Ésa habitación puede hacer cumplir tus deseos más profundos"

caminas en círculos, la rodeas, tienes miedo, pero padeces una irresistible atracción por el abismo.
Nunca te acerques en línea recta.
Objetivo: satisfacer deseos
Pensamientos diagonales.

Y así llegamos al pequeño estrecho, sobre el cual yase un precipicio, pero que, dado sus ceñidos bordes, no se considera necesario Punte, aquí es donde entra en juego el valor propio de cada individuo. Solamente aquellos de firme convicción y valor son capaces de superarlo mediante el Salto. No hay camino, es preciso saltar con tal ímpetu que logre contrarrestrar el poderoso magnetismo al vacío.

Es tan difícil Creer.

sábado, 29 de octubre de 2011

Cuatro Mundos



La soledad son cuatro mundos: el de la mentira, el de la vergüenza, el del miedo y el de la soledad.
Quién pudiera amar después de roto!...
En el ciclo diario del despertar dormido al apetito de vivir, sentirse vivo y emborracharse así, vivo hasta dormirse nuevamente, lo que hacía era acariciar su poca alma, sus almas, tantas, hasta llenarse de ojos y aquel recuerdo. Era en la playa, cincuenta años atrás. Llovía. Hizo una casita de ramas y Alma dijo: tengo novio.
Por cierto su alma, bella mujer morena, se volvió loca cuando fue madre o, en todo caso, él era un borracho nada más. Pero aprendiendo el idioma ruso en cursiva, recordaba ayer, y lo intimaba a proseguir la caligrafía de su maestra de cuarto, que lo amó, lo mimó, le mostró a Fidias y le enseñó a remontar cometas.
¿Dónde vivían sus almas? ¿Dónde estaba su Alma...? Nunca lo supo ni hubo forma de averiguar. Pero estuvo envejeciendo y anduvo por caminos en los que nunca pudo confirmar aquel amor.
Está sentado ahí. Todos saben que es comunista, lo respetan, se sabe, es pobre y rico, generoso al convidar, al envidar y hasta para echar el resto. Confirmo, porque todos sospechan, que tiene miles y miles de compañeros almas y más.
De mujeres no se le sabe nada. Comentan de una pelirroja y cierta veterana patricia que lo visitaba en Playa Honda; pero como no habla todo es rumor. Qué edad tiene se preguntan los que lo ven cerrar la puerta, salir, saludar, irse a no se sabe dónde, y en síntesis se asume que es viejo.
–Tus ojos azules, Alma! –dijo una vez, sentado, en voz alta, solo, a las tres de la mañana– y después dijo en ese bar: yo que era un niño y no sabía dónde estaba tu alma verdadera ¿cómo puedo seguir amándote hoy?
Se dice que lloraba y seguía hablando acerca de los locos y sus pensamientos. Pero lo cierto es que lo encontramos, despierto, mirando al cielo azul, muerto boca arriba, claramente amanecido, a las seis de la mañana de esa noche, en la Rambla de Playa Ramírez.

martes, 25 de octubre de 2011

Nota: día para Recordar



"La palabra "recordar" viene del latín "recordari", formado de re (de nuevo) y cordis (corazón). Recordar quiere decir mucho más que tener a alguien prensente en la memoria. Significa "volver a pasar por el corazón". Si yo le digo a alguien que lo estoy recordando, le estoy diciendo que lo estoy volviendo a pasar por mi corazón."

viernes, 21 de octubre de 2011

Asesinato explícito, sexo censurado

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Nosi la humanidad progresa a pasos de gigante. "lo único(?) que avanza es la tecnología"

Vas a tener miedo y a gozar con culpa

martes, 18 de octubre de 2011

La única(?) forma de ser feliz es amando

¿Dónde me perdí? 
                               ¿Cómo me perdí?
                              ¿Dónde estabas?
                    ¿Cómo puedo volver a ser como ellos?

                    ¿Qué es lo que me mostraste?

El Árbol de la vida

lunes, 3 de octubre de 2011

Graffiti



Graffiti
Julio Cortázar

Tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego, supongo que te hizo gracia encontrar un dibujo al lado del tuyo, lo atribuiste a una casualidad o a un capricho y sólo la segunda vez te diste cuenta que era intencionado y entonces lo miraste despacio, incluso volviste más tarde para mirarlo de nuevo, tomando las precauciones de siempre: la calle en su momento más solitario, acercarse con indiferencia y nunca mirar los grafitti de frente sino desde la otra acera o en diagonal, fingiendo interés por la vidriera de al lado, yéndote en seguida.

Tu propio juego había empezado por aburrimiento, no era en verdad una protesta contra el estado de cosas en la ciudad, el toque de queda, la prohibición amenazante de pegar carteles o escribir en los muros. Simplemente te divertía hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término grafitti, tan de crítico de arte) y de cuando en cuando venir a verlos y hasta con un poco de suerte asistir a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño se hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo lo hubieran borrado entre palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de que lado estaba verdaderamente el miedo; quizás por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.

Nunca habías corrido peligro porque sabías elegir bien, y en el tiempo que transcurría hasta que llegaban los camiones de limpieza se abría para vos algo como un espacio más limpio donde casi cabía la esperanza. Mirando desde lejos tu dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía por supuesto pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas. Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: A mí también me duele. No duró dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer. Después solamente seguiste haciendo dibujos.

Cuando el otro apareció al lado del tuyo casi tuviste miedo, de golpe el peligro se volvía doble, alguien se animaba como vos a divertirse al borde de la cárcel o algo peor, y ese alguien como si fuera poco era una mujer. Vos mismo no podías probártelo, había algo diferente y mejor que las pruebas más rotundas: un trazo, una predilección por las tizas cálidas, un aura. A lo mejor como andabas solo te imaginaste por compensación; la admiraste, tuviste miedo por ella, esperaste que fuera la única vez, casi te delataste cuando ella volvió a dibujar al lado de otro dibujo tuyo, unas ganas de reír, de quedarte ahí delante como si los policías fueran ciegos o idiotas. Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez. Descuidando tu empleo salías en cualquier momento con la esperanza de sorprenderla, elegiste para tus dibujos esas calles que podías recorrer de un solo rápido itinerario; volviste al alba, al anochecer, a las tres de la mañana. Fue un tiempo de contradicción insoportable, la decepción de encontrar un nuevo dibujo de ella junto a alguno de los tuyos y la calle vacía, y la de no encontrar nada y sentir la calle aún más vacía. Una noche viste su primer dibujo solo; lo había hecho con tizas rojas y azules en una puerta de garage, aprovechando la textura de las maderas carcomidas y las cabezas de los clavos. Era más que nunca ella, el trazo, los colores, pero además sentiste que ese dibujo valía como un pedido o una interrogación, una manera de llamarte. Volviste al alba, después que las patrullas relegaron en su sordo drenaje, y en el resto de la puerta dibujaste un rápido paisaje con velas y tajamares; de no mirarlo bien se hubiera dicho un juego de líneas al azar, pero ella sabría mirarlo. Esa noche escapaste por poco de una pareja de policías, en tu departamento bebiste ginebra tras ginebra y le hablaste, le dijiste todo lo que te venía a la boca como otro dibujo sonoro, otro puerto con velas, la imaginaste morena y silenciosa, le elegiste labios y senos, la quisiste un poco.

Casi en seguida se te ocurrió que ella buscaría una respuesta, que volvería a su dibujo como vos volvías ahora a los tuyos, y aunque el peligro era cada vez mayor después de los atentados en el mercado te atreviste a acercarte al garage, a rondar la manzana, a tomar interminables cervezas en el cafe de la esquina. Era absurdo porque ella no se detendría después de ver tu dibujo, cualquiera de las muchas mujeres que iban y venían podía ser ella. Al amanecer del segundo día elegiste un paredón gris y dibujaste un triángulo blanco rodeado de manchas como hojas de roble; desde el mismo café de la esquina podías ver el paredón (ya habían limpiado la puerta del garage y una patrulla volvía y volvía rabiosa), al anochecer te alejaste un poco pero eligiendo diferentes puntos de mira, desplazándote de un sitio a otro, comprando mínimas cosas en las tiendas para no llamar demasiado la atención. Ya era noche cerrada cuando oíste la sirena y los proyectores te barrieron los ojos. Había un confuso amontonamiento junto al paredón, corriste contra toda sensatez y sólo te ayudó el azar de un auto dando vuelta a la esquina y frenando al ver el carro celular, su bulto te protegió y viste la lucha, un pelo negro tironeado por manos enguantadas, los puntapiés y los alaridos, la visión entrecortada de unos pantalones azules antes de que la tiraran en el carro y se la llevaran.

Mucho después (era horrible temblar así, era horrible pensar que eso pasaba por culpa de tu dibujo en el paredón gris) te mezclaste con otras gentes y alcanzaste a ver un esbozo en azul, los trazos de ese naranja que era como su nombre o su boca, ella así en ese dibujo truncado que los policías habían borroneado antes de llevársela; quedaba lo bastante como para comprender que había querido responder a tu triángulo con otra figura, un círculo o acaso un espiral, una forma llena y hermosa, algo como un sí o un siempre o un ahora.

Lo sabías muy bien, te sobraría tiempo para imaginar los detalles de lo que estaría sucediendo en el cuartel central; en la ciudad todo eso rezumaba poco a poco, la gente estaba al tanto del destino de los prisioneros, y si a veces volvían a ver a uno que otro, hubieran preferido no verlos y que al igual que la mayoría se perdieran en ese silencio que nadie se atrevía a quebrar. Lo sabías de sobra, esa noche la ginebra no te ayudaría más a morderte las manos, a pisotear tizas de colores antes de perderte en la borrachera y en el llanto.

Sí, pero los días pasaban y ya no sabías vivir de otra manera. Volviste a abandonar tu trabajo para dar vueltas por las calles, mirar fugitivamente las paredes y las puertas donde ella y vos habían dibujado. Todo limpio, todo claro; nada, ni siquiera una flor dibujada por la inocencia de un colegial que roba una tiza en la clase y no resiste el placer de usarla. Tampoco vos pudiste resistir, y un mes después te levantaste al amanecer y volviste a la calle del garage. No había patrullas, las paredes estaban perfectamente limpias; un gato te miró cauteloso desde un portal cuando sacaste las tizas y en el mismo lugar, allí donde ella había dejado su dibujo, llenaste las maderas con un grito verde, una roja llamarada de reconocimiento y de amor, envolviste tu dibujo con un óvalo que era también tu boca y la suya y la esperanza. Los pasos en la esquina te lanzaron a una carrera afelpada, al refugio de una pila de cajones vacíos; un borracho vacilante se acercó canturreando, quizo patear al gato y cayó boca abajo a los pies del dibujo. Te fuiste lentamente, ya seguro, y con el primer sol dormiste como no habías dormido en mucho tiempo.

Esa misma mañana miraste desde lejos: no lo habían borrado todavía. Volviste al mediodía: casi inconcebiblemente seguía ahí. La agitación en los suburbios (habías escuchado los noticiosos) alejaban a la patrulla de su rutina; al anochecer volviste a verlo como tanta gente lo había visto a lo largo del día. Esperaste hasta las tres de la mañana para regresar, la calle estaba vacía y negra. Desde lejos descubriste otro dibujo, sólo vos podrías haberlo distinguido tan pequeño en lo alto y a la izquierda del tuyo. Te acercaste con algo que era sed y horror al mismo tiempo, viste el óvalo naranja y las manchas violetas de donde parecía saltar una cara tumefacta, un ojo colgando, una boca aplastada a puñetazos. Ya sé, ya sé ¿pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido sentido ahora? De alguna manera tenía que decirte adiós y a la vez pedirte que siguieras. Algo tenía que dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no había ningún espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la más completa oscuridad, recordando tantas cosas y a veces, así como había imaginado tu vida, imaginando que hacías otros dibujos, que salías por la noche para hacer otros dibujos.

Tomado del libro "Queremos tanto a Glenda", 1980. Editorial Sudamericana



domingo, 2 de octubre de 2011

Mintiendo-me


EN QUE MEDIDA SOMOS NOSOTROS TODAVÍA PIADOSOS. --Dícese con fundada razón que las convicciones no rezan en la ciencia; sólo si se avienen a condescender a la modestia de una hipótesis, de una fórmula heurística, de una ficción regulativa, cabe darle acceso al reino del conocimiento y hasta reconocerles cierto valor dentro del mismo; claro que colocándolas siempre bajo vigilancia policial, bajo la vigilancia alerta del recelo. Pero ¿no significa esto, en definitiva, que sólo si la convicción “deja” de ser convicción cabe darle acceso a la ciencia? ¿No comienza la disciplina del espíritu científico por repudiar las convicciones? Así es, probablemente; sólo que se plantea el interrogante de si para que esta disciplina pueda comenzar no debe existir con anterioridad una convicción, una tan imperiosa e incondicional que se sacrifica a sí misma todas las demás convicciones. Como se ve, también la ciencia descansa en fe; una ciencia "exenta de supuestos" no existe. La pregunta de si es menester la verdad no sólo debe estar contestada afirmativamente, sino contestada así en un grado que exprese el axioma, la creencia, la convicción de que “nada es tan necesario como la verdad y en comparación con ella todo lo demás tiene tan sólo un valor secundario”. Esta voluntad incondicional de verdad, ¿qué es? ¿Es la voluntad de no dejarse engañar? ¿Es la voluntad de no engañar? Pues cabe interpretarla también en este último sentido, siempre que en la generalización; “no quiero engañar”, se incluya el caso particular “no quiero engañarme a mí mismo”. Pero ¿por qué no engañar? ¿Por qué no dejarse engañar? Nótese bien que las razones para no dejarse engañar caen en un dominio muy otro que las razones para no dejarse engañar; no se quiere dejarse engañar suponiendo que esto es perjudicial, peligroso y fatal; en este sentido, la ciencia sería una sostenida cordura, una cautela, una utilidad, a la cual pudiera objetarse, empero; ¿cómo? ¿El no querer dejarse engañar realmente es menos perjudicial, peligroso y fatal que el ser engañado? ¿Qué sabéis a priori del carácter de la existencia como para poder decidir cuál es más ventajosa, si la desconfianza incondicional o la confianza incondicional? Y en el caso de que fuera menester tanto la una como la otra, mucha confianza y mucha desconfianza, ¿de dónde va a derivar la ciencia la creencia absoluta, la convicción, en que descansa, la convicción de que la verdad es más importante que cualquier otra cosa, cualquier otra convicción inclusive? Precisamente esta convicción no puede desarrollarse si la verdad y la no-verdad revelan en todo momento su utilidad, corno ocurre en efecto. De modo que la fe en la ciencia, que es un hecho incontrovertible, no puede reconocer como origen tal cálculo utilitario, sino que debe haberse originado a despecho de serle demostrada constantemente la inutilidad y peligrosidad de la “voluntad de verdad”, de la “verdad a toda costa”. ¡Oh, qué bien comprendemos esto una vez que hayamos sacrificado fe tras fe sobre este altar! De modo que la “voluntad de verdad” no significa; “no quiero ser engañado”, sino queda otra alternativa; “no quiero engañar, ni aun a mí mismo”; y henos aquí en el terreno de la moral. Ahóndese en la pregunta; “¿por qué no quieres engañar?”, sobre todo si parece -¡como parece en efecto!- que la vida tiende a la apariencia, es decir, al error, al engaño, la simulación, la ofuscación, la autoofuscación, y cuando la forma grande de la vida siempre se ha manifestado del lado de los más inescrupulosos. Tal propósito es acaso, para decir poco, un quijotismo, una especie de extraño sentimental; mas pudiera ser también algo más grave: un principio antivital, destructor... La “voluntad de verdad” pudiera ser una larvada “voluntad de muerte”. De esta suerte, el interrogante: ¿por qué la ciencia?, se resuelve en el problema moral: ¿por qué la moral, ya que la vida, la Naturaleza y la historia son “inmorales”? - No cabe duda de que el hombre veraz, en aquel temerario y último sentido que la fe en la ciencia presupone, afirma con ello otro mundo distinto del de la vida, de la naturaleza y de la historia: y en la medida en que afirma ese ‘otro mundo’, ¿cómo?, ¿no tiene que negar, precisamente por ello su opuesto, este mundo, nuestro mundo?... Nuestra fe en la ciencia reposa siempre sobre una fe metafísica -también nosotros los actuales hombres del conocimiento, nosotros los ateos y antimetafísicos, también nosotros extraemos nuestro fuego de aquella hoguera encendida por una fe milenaria, por aquella fe cristiana que fue también la fe de Platón, la creencia de que Dios es la verdad, de que la verdad es divina... Pero como es esto posible, si precisamente tal cosa se vuelve cada vez más increíble, si ya no hay nada que se revele como divino, salvo el error, la ceguera, la mentira, -si Dios mismo se revela como nuestra más larga mentira?
l.G.C. F.N.



viernes, 30 de septiembre de 2011

Ya no hay pagador, las buenas acciones no van seguidas de recompensa ni la malas de castigo. W.A.

 

Zaratustra permaneció inmóvil y sereno. A su lado cayó el cuerpo, desgarrado y quebrantado, pero vivo todavía. Momentos después recobró el herido la conciencia y vio a Zaratustra arrodillado cerca de él.
-¿Qué haces ahí? -dijo al fin-. Sabía hace mucho tiempo que el diablo me echaría la zancadilla. Ahora me arrastra al infierno. ¿Quieres tú impedirlo?
- Por mi honor, amigo -respondió Zaratustra-, todo eso de que hablas no existe. No hay ni diablo ni infierno. Tu alma estará muerta todavía más pronto que tu cuerpo. No temas, pues, ya nada!

A.H.Z. F.N.


viernes, 23 de septiembre de 2011

Los hombres revivieron a Dios




Los siete locos
El discurso del astrólogo



[...El Astrólogo] Dijo:
­ Sí, llegará un momento en que la humanidad escéptica, enloquecida por los placeres, blasfema de impotencia, se pondrá tan furiosa que será necesario matarla como a un perro rabioso...
­ ¿Qué es lo que dice?...
­ Será la poda del árbol humano... una vendimia que sólo ellos, los millonarios, con la ciencia a su servicio, podrán realizar. Los dioses, asqueados de la realidad, perdida toda ilusión en la ciencia como factor de felicidad, rodeados de esclavos tigres, provocarán cataclismos espantosos, distribuirán las pestes fulminantes... Durante algunos decenios el trabajo de los superhombres y de sus servidores se concretará a destruir al hombre de mil formas, hasta agotar el mundo casi... y sólo un resto, un pequeño resto, será aislado en algún islote, sobre el que se asentarán las bases de una nueva sociedad.
Barsut se había puesto en pie. Con el entrecejo fiero, y las manos metidas en los bolsillos del pantalón, se encogió de hombros, preguntando:
­ Pero, ¿es posible que usted crea en la realidad de esos disparates?
­ No, no son disparates, porque yo los cometería aunque fuera para divertirme.
Y continuó:
­ Desdichados hay que creerán en ellos... y eso es suficiente... Pero he aquí mi idea: esa sociedad se compondrá de dos castas, en las que habrá un intervalo... mejor dicho una diferencia intelectual de treinta siglos. La mayoría vivirá mantenida escrupulosamente en la más absoluta ignorancia, circundada de milagros apócrifos, y por lo tanto mucho más interesantes que los milagros históricos, y la minoría será la depositaria absoluta de la ciencia y del poder. De esa forma queda garantizada la felicidad de la mayoría, pues el hombre de esta casta tendrá relacion con un mundo divino, en el cual hoy no cree. La minoría administrará los placeres y los milagros para el rebaño, y la edad de oro, edad en la que los ángeles merodeaban por los caminos del crepúsculo y los dioses se dejaron ver en los claros de luna, será un hecho.

[...]

­ ¿Y la idea?
­ Aquí llegamos... Mi idea es organizar una sociedad secreta, que no tan sólo propague mis ideas, si no que sea una escuela de futuros reyes de hombres. Ya sé que usted me dirá que han existido numerosas sociedades secretas... y eso es cierto... todas desaparecieron porque carecían de bases sólidas, es decir, que se apoyaban en un sentimiento o en una irrealidad política o religiosa, con exclusión de toda realidad inmediata. En cambio, nuestra sociedad se basará en un principio más sólido y moderno: el industrialismo, es decir, que la logia tendrá un elemento de fantasía, si así se quiere llamar a todo lo que le he dicho, y otro elemento positivo: la industria, que dará como consecuencia el oro.
El tono de su voz se hizo más bronco. Una ráfaga de ferocidad ponía cierta desviación de astigmatismo en su mirada. Movió la greñuda cabeza a diestra y siniestra, como si le punzara el cerebro la agudeza de una emoción extraordinaria, apoyó las manos en los riñones y renaudando el ir y venir, repitió:
­ ¡Ah! el oro... el oro... ¿Sabe cómo lo llamaban los antiguos germanos al oro? El oro rojo... El oro... ¿Se da cuenta usted? No abra la boca, Satanás. Dése cuenta, jamás, jamás ninguna sociedad secreta trató de efectuar semejante amalgama. El dinero será la soldadura y el lastre que concederá a las idea el peso y la violencia necesarios para arrastrar a los hombres. Nos dirigiremos en especial a las juventudes, porque son más estúpidas y entusiastas. Les prometeremos el imperio del mundo y del amor... Les prometeremos todo... ¿me comprende usted?... Y les daremos uniformes vistosos, túnicas esplendentes... capacetes con plumajes de variados colores... pedrerías... grados de iniciación con nombres hermosos y jerarquías... Y allá en la montaña levantaremos el templo de cartón... Eso será para imprimir una cinta... No, cuando hayamos triunfado levantaremos el templo de las siete puertas de oro... Tendrá columnas de mármol rosado y los caminos para llegar a él estarán enarenados con granos de cobre. En torno construiremos jardines... y allá irá la humanidad a adorar el dios vivo que hemos inventado.
­ Pero el dinero para hacer todo eso... los millones...
A medida que el Astrólogo hablaba, el entusiasmo de éste se contagiaba a Erdosain. Se había olvidado de Barsut, aunque éste se encontraba frente a él. Sin poderlo evitar, evocaba una tierra de posible renovación. La humanidad viviría en perpetua fiesta de simplicidad, ramilletes de estroncio tachonarían la noche de cascadas de estrellas rojas, un ángel de alas verdosas soslayaría la cresta de una nube, y bajo las botánicas arcadas de los bosques se deslizarían hombres y mujeres, envueltos en túnicas blancas, y limpio el corazón de la inmundicia que a él lo apestaba. Cerró los ojos, y el semblante de Elsa se deslizó por su memoria, mas no despertó ningún eco, porque la voz del Astrólogo llenaba la cochera con esta réplica salvaje:
­ ¿Así que le interesa de dónde sacaremos los millones? Es fácil. Organizaremos prostíbulos. El Rufián Melancólico será el Gran Patriarca Prostibulario... todos los miembros de la logia tendrán interés en las empresas... Explotaremos la usura... la mujer, el niño, el obrero, los campos y los locos. En la montaña... será en el Campo Chileno... colocaremos lavaderos de oro, la extracción de metales se efectuará por electricidad. Erdosain ya calculó una turbina de 500 caballos. Prepararemos el ácido nítrico reduciendo el nitrógeno de la atmósfera con el procedimiento del arco voltaico en torbellino y tendremos hierro, cobre y aluminio mediante las fuerzas hidroeléctricas. ¿Se da cuenta? Llevaremos engañados a los obreros, y a los que no quieran trabajar en las minas los mataremos a latigazos. ¿No sucede esto hoy en el Gran Chaco, en los yerbales y en las explotaciones de caucho, café y estaño? Cercaremos nuestras posesiones de cables electrizados y compraremos con una pera de agua a todos los polizontes y comisarios del Sur. El caso es empezar. Ya ha llegado el Buscador de Oro. Encontró placeres en el campo chileno, vagando con una prostituta llamada la Máscara. Hay que empezar. Para la comedia del dios elegiremos un adolescente... Mejor será criar un niño de excepcional belleza, y se le educará para hacer el papel de dios. Hablaremos... se hablará de él por todas partes, pero con misterio, y la imaginación de la gente multiplicará su prestigio. ¿Se imagina usted lo que dirán los papanatas de Buenos Aires cuando se propague la murmuración de que allá en las montañas del Chubut, en un templo inaccsesible de oro y de mármol, habita un dios adolescente... un fantástico efebo que hace milagros?
­ ¡Sabe que sus disparates son interesantes!
­ ¿Disparates? ¿No se creyó en la existencia del plesiosaurio que descubrió un inglés borracho, el único habitante del Neuquén a quien la policía no deja usar revólver por su espantosa puntería?... ¿No creyó la gente de Buenos Aires en los poderes sobrenaturales de un charlatán brasileño que se comprometía curar milagrosamente la parálisis de Orfilia Rico? Aquél sí que era un espectáculo grotesco y sin pizca de imaginación. E innumerables badulaques lloraban a moco tendido cuando el embrollón enarboló el brazo de la enferma, que todavía está tullido, lo cual prueba que los hombres de ésta y de todas las generaciones tienen absoluta necesidad de creer en algo. Con la ayuda de algún periódico, créame, haremos milagros. Hay varios diarios que rabian por venderse o explotar un asunto sensacional. Y nosotros les daremos a todos los sedientos de maravillas un dios magnífico, adornado de relatos que podemos copiar de la Biblia... Una idea se me ocurre: anunciaremos que el mocito es el Mesías pronosticado por los judíos... Hay que pensarlo... Sacaremos fotografías del dios de la selva... Podemos imprimir una cinta cinematográfica con el templo de cartón en el fondo del bosque, el dios conversando con el espíritu de la Tierra.
­ Pero usted, ¿es un cínico o un loco?
Erdosain lo miró malhumorado a Barsut. ¿Era posible que fuera tan imbécil e insensible a la belleza que adornaba los proyectos del Astrólogo? Y pensó: "Esta mala bestia le envidia su magnífica locura al otro. Ésa es la verdad. No quedará otro remedio que matarlo."
­ Las dos cosas, y elegiremos un término medio entre Krishnamurti y Rodolfo Valentino, pero más místico; una criatura que tenga un rostro extraño simbolizando el sufrimiento del mundo. ¿Se imagina usted la impresión que causará al populacho el espectáculo del dios pálido resucitando a un muerto, el de los lavaderos de oro con un arcángel como Gabriel custodiando las barcas de metal y prostitutas deliciosamente ataviadas dispuestas a ser las esposas del primer desdichado que llegue? Van a sobrar solicitudes para ir a explotar la ciudad del Rey del Mundo y a gozar de los placeres del amor libre... De entre esa ralea elegiremos los más incultos... y allá abajo les doblaremos bien el espinazo a palos, haciéndolos trabajar veinte horas en los lavaderos.

[...]

domingo, 18 de septiembre de 2011

Cuando el Astro atraviesa el Orto la Luz baña la Tierra

  


        Ves como se yergue firme mi cabeza en tu oscuridad

Mihály Zichy

Todo placer insatisfecho es una ocasión desperdiciada para siempre
Martin Van Maele


                           Violando tu conciencia
Martin Van Maele

            Festejando hoy todo lo que ha sido maldito
Martin Van Maele

         Quieto zaino! que todavía no bajaron las gateras
Franz Von Bayros

      Lo esencial se encuentra en el borde de las cosas
Martin Van Maele

                        Buscando tu jardín secreto
Martin Van Maele

lunes, 12 de septiembre de 2011

La llave que yo tengo tan sólo puede abrir el corazón de los extraños



No me verás
no verás
no me verás en el subte
No me verás
no verás
no me verás en el subte.
No me verás
no me verás.
La llave que yo tengo puede abrir
tan sólo el corazón
de los extraños.
Las almas que no tienen dónde ir
se vuelven a reunir
en subterráneo.
Me tengo que esconder
me tengo que esconder.
Jamás me encontrarás de nuevo aquí.
Se que hubo una traición
hubo un engaño.
Me tengo que esconder
me tengo que esconder.
Yo recuerdo tu piel
yo recuerdo tu voz
Como las estaciones
yo te ví reir
ya no llores
No me verás
no me hablarás
no me verás
no me verás.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Parábola de los puercoespines

«En un crudo día invernal, los puercoespines de una manada se apretaron unos contra otros para prestarse mutuo calor. Pero al hacerlo así, se hirieron recíprocamente con sus púas, y hubieron de separarse. Obligados de nuevo a juntarse, por el frío, volvieron a pincharse y a distanciarse. Estas alternativas de aproximación y alejamiento duraron hasta que les fué dado hallar una distancia media en la que ambos males resultaban mitigados». Schopenhauer

Cuando termina, todos se ponen rojos, no disponibles. Pero siguen estando

En el mismísimo instante que corta la música dando fin a la misa, una fina lluvia de conciencia copa el sinfín de cabezas.
La realidad resucita en un arranque de angustia colectiva. Miles y miles de animales son ahora personas civilizadas que se ven desnudos y sucios, cargados de vergüenza y miedo.
En piloto automático, y en infinitos soliloquios, la masa marcha en procesión, descubriendo en lo más profundo de su ser, todo la potencia del imán civilizatorio.
Presos de ilusiones; un baño, una cama, un hogar. Aborrecen toda lógica natural, asqueados de su aspera simpleza, de la lucha sin cuartel por lo primario, el frío telón de la realidad, cayendo.
Lanzados de la vorágine, a la velocidad y el calculo, cuando acaba el éxtasis, ¿ya acabaste?, lentamente el Tiempo vuelve para hacerse carne.
No hay gritos guturales, solo tímidas voces. La espontaneidad dionisíaca sucumbió, el cuadradito cambió de verde a rojo, ahora quieren estar con gente sin hablar.
Las frentes de cara al suelo, cubiertos de tierra.
Nueves de polvo enrojecen a la Luna por la derecha, más hacia el sur un fuego fatuo consume campos de yuyo. Mientras penetran en un abominable gusano de micros de colores al pulso del maquinador ronquido de las bestias.
La angustia y el miedo ya conquistó el calor del rebaño, fin de la catarsis colectiva.
Todo adquiere una belleza extraña y enfermiza, conocen el destino de vuelta pero igual quieren regresar.
Sin represión no hay catarsis.

martes, 6 de septiembre de 2011

Un signo somos indescifrado

"Para el animal, la vida lo es todo; para el hombre la vida es
un signo de interrogación. Signo de interrogación definitivo, pues el ser
humano no ha recibido nunca ni recibirá jamás respuesta a sus preguntas.
No sólo la vida no tiene ningún sentido, sino que no puede tenerlo." Cioran "En las cimas de la desesperación"

sábado, 27 de agosto de 2011

Lugares comunes


"Me pregunto muchas veces porqué soy así, porque tengo que ser tan consciente de que la vida es una mierda, que tal como la vivimos, tal como la sociedad nos impone una rutina, unas obligaciones, unas normas, unas prohibiciones,... es difícil vivir, es un sinsentido, esto no es vida, y a veces pienso que para vivir así, mejor no vivir. 
Hay quién se pone metas, objetivos, cree en algo: en un dios, en el amor,... pero es difícil creer en algo, sino crees siquiera en ti mismo y en que tiene algún sentido el que cada día te levantes, vayas al trabajo, te conviertas en una especie de máquina durante unas ocho horas y luego vuelta a casa,.... ... ... ... y así día tras día. Nadie está contento y sin embargo no hacemos nada por cambiar las cosas porque no sabemos qué es lo que podemos hacer, no sabemos cual es la solución porque no la hay, la única solución, y aunque parezca absurda, es vivir en una dulce ignorancia, ser un iluso, un estúpido que no piensa ni ve más allá que lo que alcance su mirada. No aspirar a nada más que las migajas del pastel que caigan en tus manos, y ya está, ser un conformista, sin apenas voluntad ni decisión, una especie de marioneta que ni de moverse se preocupa porque ya hay otros que se encargan de ello. 
No vale la pena, ¿para qué?... en fin, vivo aburrido y escéptico. ¿La amistad? ¿el amor? ¿la familia?, conceptos que poco me dicen ya, y quizás no sea por desengaños sino porque no creo en sentimientos que son imposibles en una sociedad como esta, o en una vida como esta. El hombre está condenado a no vivir en paz nunca, allá donde vaya, se sentirá obligado a cambiarlo todo y a adaptarlo a su gusto, con la excusa de que es lo mejor. Así va destruyéndolo todo y creando mierda a su alrededor, porque si algo hay perdurable que pueda crear el hombre es mierda: suciedad y basura allá por donde pasa. 

No existe un dios, no existe un diablo, estamos solos ante nuestro destino y de él deberíamos ser dueños, pero no es así, nos imponemos normas, absurdas en su mayoría para dominar la vida y las acciones de los demás. No existe un dios, no existe un diablo, porque si así fuese, ya se hubiesen encargado de destruir la humanidad, en vista de lo imperfecto de su naturaleza. El hombre es un gran fallo en la naturaleza, una imperfección, un virus que mata poco a poco. 
Quizás existan, y quizás no lo destruyen ¿porqué quién creería entonces en ellos?, ¿cual seria la razón de su 'existencia', ya que el hombre es el único ser 'racional' sobre este planeta que puede crear y creer en cosas irreales como entes superiores, ¿quién entonces iba a creer en ellos?, ¿quién iba a adorarlos y a alimentar su vanidad?. 

No creo que le haya pedido demasiado a la vida, en realidad bien poco, esperaba algo más y ese algo más no ha llegado y no llegará (me temo). Sinceramente me gustaría estar a gusto con lo que tengo, y es eso precisamente lo que quiero pero no lo consigo, siempre quiero algo diferente a lo que tengo y cuando obtengo ese algo distinto (cuando lo logro) parece que ya no es tan bueno como pensaba o parecía, y es cuando miro hacia otro lado (para tratar de olvidar de eso que tengo y que no es lo que yo quería) y descubro que no, que estaba equivocado, que precisamente esta ahí, mi meta, mi objetivo, mis anhelos están ahí, y comienza la lucha otra vez para tratar de obtener ese otro 'caramelo' que he visto, y que llena otra vez mi vida con una ilusión, una nueva meta a conseguir. Pero la magia siempre desaparece cuando lo consigo, en los casos que no lo consigo, esa es la razón de mi malestar, de mi 'desgracia', el no conseguirlo, porque así justifico mi insatisfacción, mi desgana de vivir, mi completa indiferencia ante los acontecimientos. Saber esto y no saber que hacer para solucionarlo es desesperante. Cuando hace años tuve la lucidez de intentar suicidarme, ese creo que fue el momento más pleno y consciente de toda mi vida, el más real y más consecuente. Nada hay en esta vida que pueda llenar este enorme e insaciable agujero negro que anida en mi interior, todo se lo traga y desaparece como si nunca hubiese existido. El Vacío es mi sino y mi sentido de vivir, porque cuando eres joven te engañan con falsas promesas e ilusiones sobre la vida, y nada de ello es cierto. La vida no es gran cosa, además de no darte nada, es simplemente una estancia en una gran mansión, la cual no es más que la estancia contigua ni menos que la otra ni la de más allá,... todas son igual de insignificantes y carentes de sentido, porque no existe ese sentido que nos empeñamos en imprimir a todos nuestros actos y a todas nuestras decisiones. Nada de lo que hagamos va a cambiar nada realmente, nada,... porque nada somos y en nada nos convertiremos, por los siglos de los siglos hasta el final de esta mierda de mundo." Emile Cioran

viernes, 26 de agosto de 2011

Atravesando velos

Sigue doliendo, pedestal del cielo.

Pánico, parálisis, miedo
 nervios tiranizan.

Locura, hilaridad, algarabía
Siempre igual.

Nada te desvanece.

Cada vez estoy más dentro tuyo.
Como un lugar corrido hacia mi interior.

¿Esquivo manjares?

¿Deseo alcanzar aquel banquete, o es  mi ego hipertrofiado
quien me lleva de narices?

Sigo caminando calles oscuras


Sombras de sombras


Aguardando el tiempo del reencuentro


Atado sin cuerda.

La cabeza sobre el corazón siempre.

Miedo del miedo.

Los ojos brillan un poco cuando están satisfechos. Puedo verlos

Diez sanguijuelas, en efecto, se apoderaron de mí.

Con aquella compañera de ilusiones que ya no habla
Mas todo esta dentro mío y tuyo

viernes, 12 de agosto de 2011

Dama de colores, lava mi cara y llévame tan alto como para ver todo mi mal



Navidad en el cielo,
Bubulina se llevó mi amor,
el tiempo exacto entre los dos
nunca murió.
Máscara de luna
esa puerta no debiste abrir,
pero ya abierta es tan real,
cómo se resuelve re, do, si, sol, la...
Para hacer esta armonía es preciso un nuevo ser,
capaz de nacer mil veces sin crecer,
cuatro notas separadas y la oscuridad total,
ya no queda tiempo de mirar atrás.
Pero veo el horizonte esta mañana
y de pronto todo parece estar bien,
es que no hay nada que pueda hacer?
es que no hay nada que pueda ver?
Dama de colores, lávame la cara y llévame
tan alto como para ver todo mi mal.
Diosa y heroína, dejame la llave antes de ir,
no esperes a la muerte aquí.






Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello
    que en mi juventud me deslumbraba,
    aunque nada pueda hacer volver la hora
    del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,
    no debemos afligirnos,
    pues hallaremos ánimo en el recuerdo:
    en aquella primera amistad,
    que habiendo sido una vez, será por siempre;
    en los condolientes sentimientos que brotaron
    de los pesares humanos;
    en la fe que traspasa la muerte;
    en los años, que dan la serenidad.
Atisbos de inmortalidad...William Wordsworth

Gracias por enseñarme, gracias por dejarme aprender, gracias por tenderme la mano y dejarme descender a la oscuridad. Antes tenía pasiones y las llamaba males, pero ahora solo tengo virtudes; nacieron de mis pasiones. Cuando aspiraba elevarme hacia las alturas y hacia la claridad, más profundamente hundía mis raíces en la tierra, en las tinieblas y en el abismo. Me hallo ante mi más alta montaña y mi más largo viaje. Por esto es preciso que descienda más abajo de lo que jamás haya subido..., más adentro del dolor de lo que nunca he ascendido. Lo más espantoso no es la altura, sino la pendiente. La pendiente desde la cual se precipita la mirada en el vacío  se tiende la mano hacia la cumbre. (Zaratustra)


viernes, 5 de agosto de 2011

Si me dan a elegir entre Dios y el aire acondicionado..., me quedo con el aire (¿seguro?)


Fundamentalistas del aire acondicionado (del método científico)


Entronizada Razón,
corteza que recubres la Tierra.

Lógica de la cantidad,
fundamentalismo objetivista.

Oh! niña de mi corazón,
con tus nalgas delirantes sobre mi regazo,
bailas un ritmo ritual rabioso.

Ser estallado de embriaguez
gozo, sufro, gozo
Mi alfa y omega

¿Cuándo volverá el amanecer que desvele mis pesadillas?

Ego desvanecido tanto guerrear
Gritos orbitan el Universo
La gravedad presiona sobre todo lo que es, fue y será

Heridas desligandose
resistiendo fuerzas que pretenden esculpir
Oh! rústica piedra de ángulos que no encajan
¿qué escondes bajo tus apariencias?

Rumio indigestos banquetes

Tú eres mi puente,
La mano que asoma al borde del abismo
El Astro que guía en la oscuridad.

El abismo se desvanece
mis pies hallan firmes baldosas,
mis rodillas cesan de flaquear